Puerta de Branderburgo
Hace unos días estuve de viaje en uno de mis destinos predilectos, Berlín. Una ciudad encantadora como pocas, camaleónica, fresca, acogedora, llena de vida, curiosa, exquisitamente humana, con la grandeza de las más importantes capitales del mundo (un referente indiscutible en Alemania, Europa y el mundo), es una ciudad para explorar y abandonarse a sus infinitos encantos.
La espléndida exuberancia del Berlín post-Muro nos cautiva con su ritmo frenético y nos arrastra hasta su vibrante vida diaria, sus barrios, callejones, restaurantes, cultura, escenas artísticas e, incluso, una cara a cara con algunos de los episodios más relevantes de la historia de Europa.
Y es que pese a que en los últimos cinco años la ciudad se ha transformado casi por completo con la construcción de nuevos ejemplos de arquitectura moderna y la reconstrucción de muchos de sus monumentos más importantes, es evidente que las cicatrices físicas y, sobretodo, psicológicas de la ciudad aún se están cerrando, y es que hay recuerdos difíciles de olvidar, heridas que no cicatrizan y muros que aún sobreviven en los corazones y mentes de los berlineses. Un eterno sentimiento de culpa no paliado con la destrucción de la totalidad de símbolos, imágenes y demás objetos o cosas relacionadas con el nazismo (se hace casi imposible encontrar, por ejemplo, fotos o imagenes de Hitler) y, por supuesto, está totalmente prohibido exhibir cualquier emblema, símbolo o gesto relacionado con ello. Sé que no se puede comparar (o si ¿?), pero que tomen nota algunos españoles, con la manía de exponer las banderas con el ‘pajarraco’ y canten el ‘Cara al Sol’ (…) o algunos pretendan ser propulsores de movimiento nazi en el país. El exceso de nacionalismo nunca es bueno…
Nuestra estancia en la capital alemana fue de apenas 4 días y, como siempre, nos ha dado tiempo a ver todo (o casi todo), pese al mal tiempo que hizo (frio, lluvia e, incluso, ¡nieve!) y maldecidos por una huelga de transportes discontinua… pero que no ha impedido contemplar en todo su esplendor el atractivo de la ciudad paseando por sus calles vacías (prácticamente) de coches y amenizada por la cantidad de bicis que circulan pese al mal tiempo -ya podía ser así en Madrid-. Impresionantes museos (en especial mención al Pergamon Museum, Altes Museum y el Museumsinsel -preciosos, impresionantes... ¡en ellos está 'media' Grecia y Egipto!-), el monumento al Holocausto, la Puerta de Branderburgo, el mítico Reichstag y su cúpula (lo peor la cola para entrar), la catedral Berliner Dom, el paseo que lleva hasta el precioso monumento de Siegessäule, la torre derruida, el Französischer Dom , el impresionante e iluminado Sony Center... etc etc. Lo peor... la extraña sensación de pisar lugares donde han pasado cosas tan terribles, macabras , inhumanas, hace tan relativamente poco, como por ejemplo en el campo de concentracción de Oranienburg... da bastante repelus y pena.
Puede que Berlín no sea tan bonita como Praga o tan impresionante como Londres o Budapest, pero tiene un verdadero encanto que le convierten en una de las ciudades más atractivas que existen, a mi no me ha decepcionado.
Os dejo algunas fotos del viaje:
* Para ver las fotos más grandes
pinchar encima de ellas.
Reichstag
Kaiser-Wilhelm-Gedächtnis-Kirche (la torre derruida) y el monumento Siegessäule
La catedral Berliner Dom y Fernsehturm (el 'Piruli' de allí)
El campo de concentracción de Oranienburg
Französischer Dom
El Sony Center y el monumento al Holocausto